lunes, 18 de junio de 2012

Una Carta al Cielo


Tenía una gran necesidad económica, en medio de su desesperación aquel hombre decide hacer algo insólito: escribirle a Dios. Tembloroso y agitado,  como quien ve en esa carta su última opción en la vida, Adolfo Briseño  toma lápiz y papel   y  decide escribirle a Dios con estas palabras  Dios, estoy enfermo, mi madre murió hace un año y mi último hijo me lo mataron en la guerra. Hoy no tengo nada para comer, por favor mándame $50 dólares, no tengo padre, madre o familia en este mundo a quién pedir ayuda,  tú eres mi última opción”.  Puso a Dios como destinatario y al cielo en la dirección,  dobló la hoja y mojando con su lengua el sobre depositó en el  buzón su última esperanza.
La carta causó tanto dolor a los trabajadores del correo, que le sacaba una lágrima a cada empleado que la leía. Uno de ellos, tomó la iniciativa y dijo “¿por qué no hacemos una colecta para ayudar a este pobre hombre? Todos gritaron de júbilo por la idea y lograron reunir $ 40 dólares. Insertaron el dinero en un sobre y de forma anónima y se lo mandaron.
 Boquiabiertos los trabajadores del correo reciberon otra carta del mismo hombre al mes siguiente, la misma decía “Querido Dios, gracias por el dinerito que me mandaste, ahora necesito que me mandes $100 .  Chico, pero mándalo por otra vía, porque esos delincuentes del correo me robaron $10 dólares de los cincuenta que mandaste.”
 ¿Quién puede contabilizar las bondades  que Dios hace “detrás del telón” de nuestras vidas? ¿Cuántas veces Dios nos ha cuidado de forma “anónima”? ¿Sabemos nosotros los accidentes de tráfico de los que nos  ha librado Dios o cuántas enfermedades ha detenido para que no nos aflijan? Es bueno pedirle a Dios pero es aun más sublime cuando  nuestra boca evoca una nota de gratitud para Él. Escogidos somos por Dios desde la eternidad, amados somos con amor eterno, bendecidos estamos y sentados con Cristo en los lugares celestiales por el puro afecto de su voluntad. Él nos amó cuando éramos rebeldes y no le amamos, Él nos reconcilió con Él mismo cuando ninguno de nosotros nos interesaba ni Su amistad ni entendíamos el peligro que corrían nuestras alamas. Dios no merece más peticiones que acciones de gratitud,  ni un día al que llamemos "acción de gracias" solamente. Él merece todo nuestro respeto, todo nuestro amor, toda nuestra devoción, Él merece que cada ápice de nuestra existencia le exalte, le rinda culto.
Hoy quiero escribir una carta al cielo, que te exprese mi perdón por robar la gloria de tus bondades y por ostentar las bendiciones de tu gracia, por usarte como cuan cajero automático en el egocentrismo de mis caprichos pero en la indiferencia de tus intereses. Sí, yo,  he sido un ladrón de tu gloria por recriminar  lo diez dólares que faltan y no agradecerte  los cuarenta que has provisto. Hoy escribo una carta al cielo para decirte “gracias Dios mío por los 150 recibidos” .
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén. [1]
Dr. Fernando Abella, pastor
Iglesia Bautista la Roca
1919 Delaney Avenue, Orlando, Fl 32806

          
www.ibrorlando.com





[1] Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Ef 3.20–21.