Tenía una gran necesidad
económica, en medio de su desesperación aquel hombre decide hacer algo insólito:
escribirle a Dios. Tembloroso y agitado, como quien ve en esa carta su última opción en
la vida, Adolfo Briseño toma lápiz y
papel y decide
escribirle a Dios con estas palabras “ Dios, estoy enfermo, mi madre murió hace un
año y mi último hijo me lo mataron en la guerra. Hoy no tengo nada para comer,
por favor mándame $50 dólares, no tengo padre, madre o familia en este mundo a
quién pedir ayuda, tú eres mi última
opción”. Puso a Dios como
destinatario y al cielo en la dirección, dobló la hoja y mojando con su lengua el sobre
depositó en el buzón su última
esperanza.
La carta causó tanto dolor a
los trabajadores del correo, que le sacaba una lágrima a cada empleado que la
leía. Uno de ellos, tomó la iniciativa y dijo “¿por qué no hacemos una colecta para ayudar a este pobre hombre? Todos gritaron de júbilo por la idea y lograron reunir
$ 40 dólares. Insertaron el dinero en un sobre y de forma anónima y se lo mandaron.
Boquiabiertos los trabajadores del correo
reciberon otra carta del mismo hombre al mes siguiente, la misma decía “Querido
Dios, gracias por el dinerito que me mandaste, ahora necesito que me mandes $100
. Chico, pero mándalo por otra vía, porque esos delincuentes del correo
me robaron $10 dólares de los cincuenta que mandaste.”
¿Quién puede contabilizar las bondades que Dios hace “detrás del telón” de nuestras
vidas? ¿Cuántas veces Dios nos ha cuidado de forma “anónima”? ¿Sabemos nosotros los accidentes
de tráfico de los que nos ha librado Dios o
cuántas enfermedades ha detenido para que no nos aflijan? Es bueno pedirle
a Dios pero es aun más sublime cuando
nuestra boca evoca una nota de gratitud para Él. Escogidos somos por
Dios desde la eternidad, amados somos con amor eterno, bendecidos estamos y
sentados con Cristo en los lugares celestiales por el puro afecto de su
voluntad. Él nos amó cuando éramos rebeldes y no le amamos, Él nos reconcilió
con Él mismo cuando ninguno de nosotros nos interesaba ni Su amistad ni entendíamos
el peligro que corrían nuestras alamas. Dios no merece más peticiones que
acciones de gratitud, ni un día al que llamemos "acción
de gracias" solamente. Él merece todo nuestro respeto, todo nuestro amor, toda nuestra
devoción, Él merece que cada ápice de nuestra existencia le exalte, le rinda
culto.
Hoy quiero escribir una carta
al cielo, que te exprese mi perdón por robar la gloria de tus bondades y por
ostentar las bendiciones de tu gracia, por usarte como cuan cajero automático
en el egocentrismo de mis caprichos pero en la indiferencia de tus intereses. Sí,
yo, he sido un ladrón de tu gloria por
recriminar lo diez dólares que faltan y
no agradecerte los cuarenta que has
provisto. Hoy escribo una carta al cielo para decirte “gracias Dios mío por los
150 recibidos” .
Y a Aquel que es poderoso para hacer
todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según
el poder que actúa en nosotros, 21a él sea gloria en la iglesia en
Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.
[1]
Dr. Fernando Abella, pastor
Iglesia Bautista la Roca
1919 Delaney Avenue, Orlando, Fl 32806
www.ibrorlando.com
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